VILLA heredó no solo el nombre de su padre, aquel malogrado alazán que protagonizó grandes momentos junto a Pablo; sino también tiene la elegancia y la facilidad técnica de su progenitor, llevándola un paso más allá al sumar una fuerte grupa y un desparpajo que le hace proyectar su toreo con fácil naturalidad.
Se trata de un caballo joven pero que en el ruedo se muestra tan maduro como seguro, pudiéndole con verdad a los astados, gustándose al llevarlos prendidos en su cola y marcándoles, con pequeños toques, el camino de embestir.